
¿De verdad necesitas una patente? La respuesta no siempre es sí.
Como abogados especializados en propiedad industrial e intelectual, en Fernández Palacios Abogados hemos asesorado a centenas de empresas —grandes y pequeñas— que llegan a nuestro despacho con una idea clara: “Necesitamos patentar esto cuanto antes”. Y no es extraño. En el imaginario colectivo, patentar equivale a proteger. Pero lo cierto es que, en muchos casos, lo que realmente necesita protección no es una patente, sino un secreto empresarial.
En este artículo te explico por qué registrar una patente no siempre es la vía más adecuada —ni la más eficaz— para proteger tu innovación, y cómo evitar caer en una decisión costosa que no se ajusta a la realidad de tu negocio.
Patentar no siempre es proteger (ni mucho menos garantizar exclusividad)
Una patente otorga el derecho de exclusividad sobre una invención durante un tiempo limitado. Pero para conseguirla, debes hacer pública tu invención en detalle. Y eso implica que cualquier persona podrá consultarla. De hecho, una vez expira la protección —normalmente tras 20 años—, la invención pasa a dominio público.
Además, el proceso de patentado no es inmediato, ni barato. Entre tasas, informes, traducciones, asistencia técnica, el coste puede superar fácilmente los 3.000 €. Y eso sin contar posibles oposiciones, litigios o extensiones internacionales.
¿Y si no necesitas una patente? Bienvenido al mundo del secreto empresarial.
En contraposición, existe una herramienta jurídica menos conocida, pero tremendamente eficaz: el secreto empresarial. Se trata de cualquier información no divulgada que tenga valor económico por ser secreta y sobre la que la empresa haya tomado medidas razonables para mantener su confidencialidad.
Hablamos de fórmulas, procesos, algoritmos, estrategias de negocio, bases de datos de clientes, métodos de producción… En definitiva, conocimiento interno que, si cayera en manos ajenas, pondría en riesgo tu ventaja competitiva.
A diferencia de las patentes:
- No se registra.
- No se hace público.
- No tiene una duración limitada: se mantiene mientras siga siendo confidencial.
- Es flexible y se adapta a múltiples sectores.
Casos reales: cuando patentar hubiera sido un error
Te pongo un ejemplo que se repite con frecuencia. Una startup del sector agroalimentario nos consultó para patentar un proceso específico de fermentación. Tras analizar el caso, detectamos que, si publicaban su método, quedarían expuestos a imitaciones a medio plazo, ya que la técnica era fácil de adaptar. Además, sus recursos eran limitados y no podrían asumir una defensa legal en caso de infracción.
Nuestra recomendación fue protegerlo como secreto empresarial: establecimos cláusulas de confidencialidad con empleados y proveedores, políticas internas y un protocolo documental.
Resultado: mantienen su ventaja competitiva sin asumir costes de patentado ni riesgos de exposición.
¿Entonces nunca debo patentar?
Claro que no. La patente sigue siendo una herramienta fundamental en muchos casos, especialmente cuando se trata de productos que van a comercializarse masivamente o necesitan una protección internacional sólida y visible. Pero la clave está en no asumir que es la única opción ni la mejor por defecto.
Cada caso debe estudiarse con lupa, entendiendo el modelo de negocio, el tipo de innovación, la estructura de la empresa y el riesgo competitivo.
Lo que hacemos en Fernández – Palacios Abogados
En nuestro despacho no ofrecemos soluciones estándar. No creemos en “productos enlatados”. Analizamos tu situación, tus activos intangibles y tus objetivos para decirte, con total transparencia, qué te conviene más: una patente, un secreto empresarial, o tal vez una combinación de ambas estrategias.
Muchos de nuestros clientes nos agradecen haberles ahorrado tiempo, dinero y frustraciones al evitar una solicitud de patente que no necesitaban.
¿Hablamos?
Si estás en el punto de decidir cómo proteger tu innovación o tienes dudas sobre qué camino seguir, te invitamos a consultarnos sin compromiso. A veces, la mejor forma de proteger tu valor no es la más obvia… y ahí es donde entra la experiencia.
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